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Gallinazo de mis amores

Fotografía: Santiago Stucchi Portocarrero
Fotografía: Santiago Stucchi Portocarrero

Por Beatriz Cortez


Amor por un buitre


De todos los animales silvestres de Lima, el gallinazo es mi favorito y el primero al que le declaré mi amor. Siempre que puedo, y me doy un momento, con una taza de café en mano, me dejo hipnotizar por su vuelo circular en grupos de tres, cuatro o cinco (generalmente, cuando el día tiene algo de calorcito). Ver su danza flotante se ha convertido en un ritual zen que me regala el balcón de mi departamento en el piso 17.


Muchas veces me pregunto por qué estas aves me gustan tanto, si, a primera vista, pueden causar repugnancia y miedo. Al fin y al cabo, se trata de un buitre. Creo que mi admiración por él nace de una especie de empatía con los marginados por no ser como se espera que sean, y del ejercicio consciente de ver belleza donde se piensa que no la hay. Podría decir, entonces, que mi gusto por los gallinazos es como mi gusto por las aceitunas: un gusto adquirido, un gusto madurado.


Hiperfoco, afición y fascinación


Antes de comenzar, quiero aclarar que, como casi todo lo que he aprendido por curiosidad en mi vida, mis conocimientos sobre el gallinazo nacieron de una afición que comenzó como un hiperfoco. Si lo googleas, verás que un hiperfoco es “un estado de atención intensa y prolongada que puede experimentar una persona al concentrarse en una tarea específica, a menudo hasta el punto de ignorar o desconectarse de su entorno”. En mi caso, ese hiperfoco hizo que, durante una etapa de mi vida, me volviera monotemática: llevaba toda conversación al tema de los gallinazos. Todo lo relacionaba con ellos, y todo lo que quería leer era sobre gallinazos, hasta que un día se me pasó. Quedaron, sin embargo, el saber y el gusto empedernido por estos hermosos pajarracos.


Como era de esperarse, las reacciones de las personas a las que les hablaba sobre gallinazos solían ser de desagrado, casi siempre acompañadas de un sonidito de asco o una cara de repugnancia, porque es bien sabido que los gallinazos se alimentan de basura y animales muertos. Pero, justamente ese hábito, tan desagradable para muchos, es lo que los hace increíblemente especiales. Si nos ponemos técnicos, podríamos decir que prestan un servicio ecosistémico invaluable: limpian la ciudad.


Un vuelo hacia la a salud ambiental


Y esto no es un pensamiento romántico. Jorge Lossio, historiador e investigador especializado en historia de la salud, realizó un estudio sobre la salud pública en Lima, titulado nada más y nada menos que Acequias y gallinazos. Salud ambiental en Lima del siglo XIX. Díganme si el nombre no es exquisito. En esta obra, menciona como caso curioso la especial atención que recibían los gallinazos en los ensayos médicos de la época. Los describían como una especie de "cuervo o halcón de gran tamaño", y los valoraban por sus peculiares costumbres alimenticias, ya que se comían los animales muertos abandonados en las calles. Recordemos que, en aquella época, aún transitaban caballos y mulas por una Lima donde lo urbano se mezclaba con lo rural, y cuando estos animales morían, muchos terminaban en medio de la ciudad. Otro dato interesante que señala Lossio es que los gallinazos eran considerados un indicador bastante elocuente de las condiciones ambientales e higiénicas, ya que solían —y suelen— deambular por zonas contaminadas.


En 2015, casi doscientos años después, esta particularidad de los gallinazos fue valorada y utilizada como inspiración por la agencia FCB Mayo para diseñar una campaña publicitaria con propósito social. Me refiero a Gallinazo Avisa, una campaña que buscaba concientizar a la población sobre el problema de la basura y promover una gestión responsable y más participativa de los residuos. Hasta la fecha, me parece una de las propuestas más creativas en cuanto a impacto social, ya que consistió en “equipar” a los gallinazos con GPS para rastrear sus movimientos y, así, identificar las zonas de Lima con mayor acumulación de basura. Si quieres ver la campaña, te dejo el link acá: Gallinazo Avisa


Lo mejor vino después. Para su desarrollo, la agencia trabajó en alianza con la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que creó un grupo de investigación especializado en el estudio de los gallinazos. Actualmente, no tengo registro de que este grupo siga activo, y por eso te pido a ti, que estás leyendo esto: si sabes qué pasó con ese equipo de investigación, házmelo saber. Me encantaría seguir su trabajo de cerca.


Y bueno, querida comunidad (ahora dejo de tutear en singular), esto es lo que puedo contarles sobre los gallinazos y las razones de mi apasionamiento. Simplemente los valoro por lo que son, por su belleza exótica, esa que a veces requiere tiempo para ser apreciada, casi como un gusto adquirido. Son animales maravillosos, con una gran misión, que nos brindan un servicio ecosistémico que, si nos ponemos creativos, incluso podríamos aprovechar para el bienestar de nuestra ciudad.


Más cositas sobre los gallinazos:


  • Viven en el Perú desde tiempos prehispánicos. La historiadora María Rostworowski señala que estas aves ya habitaban Lima antes de la llegada de los españoles. En el oráculo de Pachacámac, los sacerdotes las alimentaban con cestas de pescado y las consideraban valiosas porque ayudaban a mantener limpio el santuario.

  • Son unos capos adaptándose a la ciudad: les encantan las edificaciones antiguas de Lima, y, tras el boom inmobiliario, han hecho de los techos de los edificios altos su lugar favorito.

  • “Danzan en el cielo” aproximadamente de 8 a. m. a 5 p. m. Generalmente, se les puede ver volando en grupos de 3 a 5, como si hicieran coreografías.

  • La creencia de que el escudo de Lima contiene dos gallinazos es un mito urbano. Según el historiador Víctor Álvarez, la bandera original de Lima fue diseñada por los reyes de España, inspirándose en la del Sacro Imperio Romano Germánico, que presentaba un águila de dos cabezas. Por eso, el escudo de la capital fue concebido con dos águilas, no gallinazos. Cada ave, coronada, representaba a la reina Juana La Loca y al rey Carlos V.

  • No solo contribuyen a la limpieza de la ciudad al alimentarse de desechos, sino que sus poderosos jugos gástricos eliminan eficazmente virus y bacterias presentes en ellos. Además, sus heces no representan un riesgo sanitario, a diferencia de las de las palomas.


Gracias por llegar hasta aquí.

Nos vemos en las stories.

Bea.


Fuentes consultadas:

 
 
 

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